2015 es por mucho el año más corto que he vivido, un vislumbre de lo que la adultez le hace a nuestra noción de tiempo. Para este año nuevo no tengo expectativas ni deseos inasequibles, tengo sólo un cúmulo de experiencias que planeo utilizar y espero que alguien más se de la oportunidad de experimentar conmigo, no porque sea importante, sólo por afán de compartir: Decálogo para el 2016: 1. Dejar de planchar la ropa. Neta no es bueno
para el planeta y a nadie con 2 cm de frente le importan las arrugas. 2. Reciclar más, comprar menos. Estar a la moda
está pasado de moda: creatividad mata varito, carita y una dotación corpórea de
canon. 3. Huir de los embutidos y correr la voz. Lo
digo con amor sincero a la humanidad: son ba-su-ra. 4. Dejar de enaltecer los tiempos y los
procesos. La paciencia puede ser un mal hábito, sobre todo cuando es muletilla
para armarnos de decisión. El reloj es implacable, ¿por qué nosotros si? 5. Hacer el ridículo y cagarla monumentalmente
son sucesos que constituyen la piedra filosofal en el breviario anecdótico en
las reuniones sociales, son historias bien bonitas y con mucho mensaje, así que
dejemos de querer empobrecer ese legado tratando de hacer todo bien siempre. 6. Adoptar una buena causa, la que sea,
defenderla, apasionarse, volvernos radicales por ella es una obligación de
nuestra generación, la tibieza de espíritu saca arrugas y empobrece la mente. 7. Decir No y disfrutarlo. Es tiempo de redimir
nuestro derecho a negar; Decirlo con firmeza cuando se sienta, olvidarnos de
las explicaciones, de sobar las palabras para suavizar la respuesta, al
principio nos llamarán cínicos, pero después nos reconocerán sinceros. 8. Bajarle al azote existencial. No todo tiene
un nombre, no todo debe ser pronunciado; ocupémonos más en disfrutar la
sensación que en encontrar la definición al cataclismo de vivir. Una rosa es
una rosa ¿no? 9. Hacer nada. Descansar de todo, incluso de leer
o ver tele, defender la pereza y la libertad de ocio que nos ha sido arrebatada
en pos de la productividad es nuestra misión. Ufanarnos con la utilidad de
nuestros días es un sinsentido que se refleja en nuestra incapacidad de soñar
despiertos. 10. Bailar siempre. Aceptar nuestro amor a la
verbena (y la guaracha); todas las personas que conozco que aseguran detestar toda
esa parafernalia y se han aventurado a sacar un pasito tímido al calor del momento
lo han disfrutado, se los puedo jurar. No querer bailar cuando se siente el
ritmo en las tripas es antinatural, es negar un impulso derivado del deseo y
del amor, ¿o qué? ¿No han conocido a un ser mágico que les hizo olvidar la
vergüenza para trastabillar con enjundia en la pista de baile?