Hablaba hoy con un amigo, dice estar cansado de su situación: ceder.
El amor es atroz, sí. Dicen que se puede morir de amor, no creo. No se puede porque el amor cruel que no te permite hacerlo, prefiere dejarte medio muerto, agonizante apenas para que puedas sentir el dolor que causa la indiferencia. El amor es sicario despiadado de ilusiones. Todo te da, todo te quita.
La muerte por el contrario no es selectiva. Morir es lo único que todos compartimos: somos polvo y allí donde los gusanos de nosotros se alimenten, allí seremos uno: cliché pero real.
Mi amigo seguirá con su dolor hasta que así lo desee. Las peores prisiones (las más complejas) nos las inventamos nosotros mismos, las otras (las impuestas desde afuera) son solo espejismos de materia. Cada quien vive su calvario: por comodidad, miedo, esperanza, ambición, necesidad, indecisión... Siempre un color distinto.
Yo sigo pensando: ¿de que color se pinta mi celda?